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CRÍTICA • La casa del admirador

Lectores atroces de Borges

—por Guillermo Núñez Jáuregui—

Website de La Tempestad (México), jueves 25 de agosto de 2011.

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MARTIN-CRISTAL-La-casa-del-admirador-reed-(2011)-800pxLeo en una reseña que escribió David Foster Wallace a propósito de Borges: A Life (2004) de Edwin Williamson, lo siguiente: “El gran problema con Borges: A Life es que Williamson es un lector atroz de la obra de Borges. Sus interpretaciones son del tipo de crítica psicológica deshonesta y simplista. Puede verse porque este problema parece ser intrínseco al género. Un biógrafo quiere que su historia no sólo sea interesante sino de valor literario. Para asegurarse de ello, la biografía hace que la vida personal y los trabajos psíquicos del escritor parezcan vitales para su obra. La idea es que no podemos interpretar correctamente una muestra de arte verbal a menos que conozcamos las circunstancias personales y psicológicas que rodearon su creación”. La reseña puede encontrarse, traducida, en el sitio de la revista Hermano Cerdo. Ayer, con ocasión de los 112 años cumplidos de la fecha en que nació el argentino, la rescataron de sus archivos.

Como en toda buena novela de género negro, dosifica la información el suficiente tiempo como para hacer de este homenaje a Borges una auténtica sorpresa.” Guillermo Núñez JáureguiDe modo coincidente, anoche pude terminar, finalmente, La casa del admirador, de nuestro colaborador Martín Cristal. Aunque identifiqué algunos elementos borgianos (sobretodo al inicio, cuando se describe una biblioteca que emula la disposición de “La biblioteca de Babel”) tardé en percatarme de lo que Cristal consigue: como en toda buena novela de género negro, dosifica la información el suficiente tiempo como para hacer de este homenaje a Borges una auténtica sorpresa. La casa del admirador (publicada en México en 2010 a través de La mosca muerta y en Argentina en 2007 a través de Ediciones del Boulevard) gira en torno Roger Dembrais, un hombre obsesionado con la obra de Borges y la sutil venganza que ha creado a través de su casa, una especie de parque temático que recrea y refiere, en todos sus rincones y habitaciones, a algún momento de la obra del argentino. Roger Dembrais se trata, también, de un lector atroz de Borges. Como el argentino, Dembrais tuvo un padre a su vez obsesionado por la figura paterna que representaba y que hizo cosas como llevar a su hijo a un burdel para ser desvirgado. A partir de vínculos de este tipo, Dembrais comienza a leer la obra de Borges de modo cifrado, casi cabalísticamente, buscando entre líneas las posibilidades de descifrar mensajes que refieran no sólo a la vida personal de Borges sino a la relación que podría tener, o no, con la vida de Dembrais, quien insiste en presentarse a sí mismo como una versión oscura del argentino.

El libro es entretenido y mantiene un buen equilibrio entre, digamos, la trama detectivesca-libresca (en ese sentido, el protagonista-narrador sería Ernesto Funes) y las múltiples referencias al corpus borgiano (no me considero un conocedor de su obra, pero algunos elementos rudimentarios –la idea, por ejemplo, de que a Borges le obsesionaban los espejos y los laberintos, por ejemplo– son suficientes para que entusiasme, a un lector de Borges, este thriller libresco). Vale la pena darse una vuelta a la bitácora personal de Cristal para sacarle más jugo a algunos de ellos, por ejemplo, aquí su cálculo del número de libros que se encuentran, o podrían encontrarse, en la Biblioteca de Babel. ♦