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CRÍTICA • Las alas de un pez espada

Las alas del azar

—por Rogelio Demarchi—

Revista Pretextos (Córdoba, Argentina). Año I, Nº 1, septiembre de 1998.

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MARTIN-CRISTAL-Las-alas-de-un-pez-espada-(1997)-800px(La historia es más o menos así: Martín Cristal existe —parece un seudónimo, pero no lo es—; nació en Córdoba hace 25 años; vive en Buenos Aires y trabaja en una imprenta; sumó dos más dos y se largó a imprimir su primer libro de cuentos, como si tuviese todo el oficio del mundo —como escritor, diseñador y editor—; amigo del hijo de Jorge Felippa volvió a Córdoba con cajas llenas de ejemplares y consiguió que Op Oloop lo presentase y lo distribuyese.)

Dice el diccionario que azar es casualidad, caso fortuito, desgracia imprevista… De allí que algo al azar sea algo sin intención o plan, o que lo alcanzado por azar no esté motivado por una necesidad natural. Los cuentos de Martín Cristal se relacionan con el azar; en todos ellos, lo fortuito golpea la narración —las existencias narradas— y la da vuelta como una media. Hay personajes creadores de criaturas que descubren de casualidad la soledad posterior a la creación, la rebelión de sus criaturas; objetos fantásticos que trastocan la visión del mundo; objetos que sin ser fantásticos pueden llevar adelante la narración y enunciar desgracias; desgracias que son anunciadas por La Fortuna en persona; personas, como en la vida real, que creen demasiado en La Fortuna y que por lo tanto dan a otros el exacto identi-kit de sus miedos más profundos.

Las alas de un pez espada es el típico libro primerizo que todo escritor desea anotar en su prontuario: vivaz, lleno de chispas de genialidad, juegos narrativos de todos los colores para mostrar ductilidad, y cierta dosis de experimentación.” Rogelio DemarchiPero el libro tiene una intención y está motivado por una necesidad: Cristal es un escritor con mayúsculas que se merece encontrar lectores. Las alas de un pez espada es el típico libro primerizo que todo escritor desea anotar en su prontuario: vivaz, lleno de chispas de genialidad, juegos narrativos de todos los colores para mostrar ductilidad, y cierta dosis de experimentación. O sea, un libro que parezca demasiado bueno para ser el primero de modo que los errores o defectos sean muy pequeños y pasen a un muy segundo plano (porque difícil será recordarlos).

La receta es la mezcla más allá de los géneros: ciencia ficción con metafísica o erotismo, policial con western o con drogas y chicos malos y niñas bellas, relato psicológico con triángulo amoroso más guión de cine catástrofe, fábula tradicional con finalidad demagógica de discurso político. El postre es una diagramación diferente de la habitual en pos de la experimentación, sólo donde se justifica que así sea: transcripción de una grabación a dos columnas, cual guión de cine; relato a tres columnas (apaisadas: hay que acostar el libro) con distintos puntos de vista; un cuento tecno que se estructura nada más que con los mensajes recibidos por un contestador automático…

Todo contenido por una especie de manifiesto que está colado dentro de uno de los cuentos (“Teogénesis”): “La imaginación es menospreciada en Alef. Ella se limita exclusivamente a manipular y combinar elementos predefinidos por una realidad dada. Esta realidad, en vez de ser fruto de la imaginación de cada hombre, es la que limita la imaginación de cada uno de ellos. Así es que existen en Alef artistas que creen que crean, cuando lo único que hacen es reacomodar lo que ya ha sido creado. Cabalgan sobre su originalidad pero sólo dentro del corral de realidad que los circunda, se consideran imaginativos cuando aflojan un poco las riendas. No se aventuran a probar qué pasaría si las soltaran del todo o si reemplazaran el caballo por las alas de un pez espada y con éstas volaran por sobre la inabarcable valla que los aprisiona.” Martín Cristal ha pretendido volar alto y lejos. Lo ha conseguido. En buena hora. ♦