Diario Hoy Día Córdoba. Cultura, pág. 9, 28 de febrero de 2019.
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n día como cualquier otro, vas caminando por la calle y te topás con un escritor. El mundo, se divide entre las personas que andamos con la cabeza baja como quien busca una moneda y los que caminan mirando hacia adelante. Pertenezco al primer grupo. Así andaba yo una tarde de febrero por la avenida Vélez Sarsfield hasta que me topé con Martín Cristal a quien no veía desde hacía algún tiempo. “A vos quería darte este libro” me propinó Martín, “el personaje principal es un poeta, aunque podría ser un músico o cualquier otro artista”. Nos quedamos charlando un rato largo hasta que mi hijo de siete años con la sinceridad que caracteriza a los infantes e interrumpiendo la conversación intervino con el ya conocido: “Papá, cuándo nos vamos”. Aplauso sin fin, la novela que Martín Cristal dejaba entre mis manos fue ganadora del prestigioso Premio Cáceres de Novela Corta en España en el año 2017.
La casa del admirador (Córdoba, 2007) es la primera novela que leí de Cristal, así como la casi totalidad de sus cuentos. En esa primera novela, el autor cordobés, expone una erudición obsesiva a partir de la literatura borgesiana. Novela ambiciosa y valiente que me atrapó desde el principio hasta el final. Recuerdo hoy esa novela porque de 2007 hasta esta última novela corta, puede percibirse la misma voz pero un estilo completamente depurado y hondo donde la erudición y la obsesión sostienen la trama y el argumento desde otro punto de escritura. Cristal en su nueva novela premiada, posee un estilo directo, llano y al mismo tiempo profundo. Una novela en la que uno comienza y no puede soltar las páginas, no guiado por una obsesión, sino como empujado por cierta diafanidad de la escritura. Como si nos subiéramos a un autobús y miráramos por la ventanilla, un paisaje que nos cautiva y nos sorprende hasta el final del recorrido. Escritura límpida, impecable e ingeniosa.
Cristal, con el mismo estilo límpido y llano logra en su novela un salto abisal hacia lo fantástico. […] Se percibe de manera discreta, suavemente, como si entráramos a un laberinto pero no con la ansiedad o terror de perdernos sino con la seguridad y alegría de que vamos a salir.” Leandro CalleArturo Ibarra, es el protagonista de la novela. Un poeta olvidado (olvidadísimo), que vive en Calamuchita. Un poeta pobre, como la mayoría de los poetas. Sin embargo, un día cualquiera es convocado para leer en distintas ferias del libro. Nadie asiste a sus lecturas. El poeta olvidado está como asistiendo al fracaso de su propia obra o tal vez de su vida. Lo singular y notorio es que Cristal, con el mismo estilo límpido y llano logra en su novela un salto abisal hacia lo fantástico. Y si bien el salto (para hablar en términos kierkegaardianos) es como dije, abisal, en la lectura de la novela, se percibe de manera discreta, suavemente, como si entráramos a un laberinto pero no con la ansiedad o terror de perdernos sino con la seguridad y alegría de que vamos a salir. Página tras página, nos adentramos a un mundo otro de donde ya no podemos salir. Las sierras de Calamuchita, pertenecen a otra dimensión y el lector —al igual que el protagonista de la novela— se ve inmerso en un divertido y por momentos existencial enredo que comienza a molestar. O, al menos, pide ser resuelto.Casi siguiendo la tesis de Piglia, que los cuentos (aunque aquí es una novela corta) siempre cuentan dos historias (Formas breves de Ricardo Piglia), frente al tema de la fama u olvido de Arturo Ibarra que se desarrolla en dos planos (¿temporales?) diferentes, aparece también otra historia de corte psicológico que es la relación padre-hijo. En efecto, el poeta Ibarra, tiene un hijo, solo que en las dos dimensiones en las que la novela se desenvuelve, la relación paterno-filial es completamente distinta. Como personajes secundarios aparecen (entre otros) la mujer del poeta, un muchacho que hace las veces de representante del sector cultural que invita a Ibarra a leer en diferentes lugares de la provincia de Córdoba y el secretario de Ibarra, una especie de Waylon Smithers Jr. el asistente de Mr. Montgomery Burns de Los Simpson. Capítulo aparte, merece “el enano”, Virgilio contemporáneo que conduce a Arturo Ibarra por los meandros del tiempo, la conciencia, la realidad y la vida.
La novela de Martín Cristal, versa de alguna manera sobre el reconocimiento. Y es evidente que hay muchos tipos de reconocimiento: el del público lector, el del mercado editorial, el económico, el del tiempo, etc.
Cierro los ojos y me traslado a la avenida Vélez Sarsfield (estas cosas se pueden hacer en las novelas y en las reseñas). Por la vereda Martín Cristal va camino de Volcán Azul, la librería de barrio Güemes para dejar allí algunos ejemplares de la novela distinguida. Claro, el libro premiado y editado en España, no se distribuye en Argentina. Pero el escritor milita su libro como cada escritor del interior lo hace. En su bolso, lleva la edición premiada por unanimidad. El estilo —ya lo dije— es impecable. Se va calle arriba y yo veo que los automóviles prenden y apagan las luces convocando a un aplauso sin fin. ♦