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RESEÑA • LOS INCENDIOS

Algunos apuntes sobre Los incendios,
novela de Martín Cristal

—por Sebastián Maturano—

En su blog Un androide, 21 de octubre de 2022.

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En su nueva novela titulada Los incendios (Caballo negro, 2022) el escritor Martín Cristal presenta al lector una provincia de Córdoba apocalíptica, situada en un futuro próximo en donde una serie de “negocios descriptos como catástrofes naturales” hacen que el proyecto de unas apacibles vacaciones veraniegas en las sierras se torne menos dificultoso que imposible. Es por esto que, tal vez, Los incendios podría inscribirse dentro de una de las zonas de la ciencia ficción contemporánea, una ciencia ficción que no puede concebir un futuro demasiado distante dentro de su imaginario, y en donde aparece posible el fin del planeta antes que el fin del capitalismo (Fisher-Jameson).

Sin embargo este telón de fondo apocalíptico servirá al autor para montar su teatro de operaciones, en el que desplegará una escenografía compuesta por un complejo turístico donde habrá cuatro cabañas nombradas como los puntos cardinales, y en donde se alojarán los personajes de la novela; cada cabaña, a su vez, dará nombre a los cuatro capítulos. Mosquitos gigantes, drones de alquiler para el entretenimiento de niños en reemplazo de los antiguos barriletes, memes-bullying, todo esto en el marco de incendios forestales, actos de venganza, familias que se disuelven en un modelo que por momentos parece perimido, serán algunos de los elementos que motorizarán las historias cruzadas de los personajes que Cristal colocó en la difícil situación de un colapso climático.

Estas vidas ficcionales tenderán a la negación, o a la aceptación resignada de la situación que atraviesan, […] como si vivieran en un mundo donde la dinámica tendiente al colapso ya no pudiera detenerse y no quedara otra más que ocuparse de los pequeños afectos, esos que sostienen la vida día a día.” Sebastián MaturanoTal como sucede en eso que llamamos nuestro presente, estas vidas ficcionales tenderán a la negación, o a la aceptación resignada de la situación que atraviesan, para ocuparse de la resolución de sus problemas humanos y cotidianos, como si vivieran en un mundo donde la dinámica tendiente al colapso ya no pudiera detenerse y no quedara otra más que ocuparse de los pequeños afectos, esos que sostienen la vida día a día.

Es conocido que César Aira suele decir en algunas entrevistas que el mejor tiempo verbal para narrar es el pasado, ya que esto posibilita una serie de capas de profundidad y perspectiva en el relato. Es desde esa óptica que Aira critica a ciertas narrativas actuales que, dice, narran en tiempo presente, lo que provoca un efecto de aplanamiento en los relatos. En Los incendios Cristal propone un desafío, porque uno de los aspectos más interesantes de la novela es el uso del tiempo verbal futuro, conjugación que el autor eligió posiblemente como recurso para jugar con, por lo menos, dos cosas: por un lado, que el narrador esté anclado en un presente (¿el nuestro, acaso?) y desde ese presente cuente (o vea) lo que vendrá. Por otro, la insistencia en el tiempo verbal futuro como recurso para narrar la historia (o las historias) dota a la novela de una sensación de ensoñación, o evocación, que enrarece los parámetros realistas en que se inscribe el relato. Esa combinación producirá, quizás, un efecto de incomodidad y extrañamiento en el lector, que sin embargo se irá disipando a medida que ingrese en las páginas y avance en las historias.

Este recurso también posibilitará el despliegue de cierto virtuosismo técnico que el autor posee para entremezclar tiempos narrativos futuros con el de los diálogos en presente, además de abrir la posibilidad de pivotear entre un hipotético futuro y un conocido, pero no por eso menos ficcional, pasado, e intercalar monólogos interiores que conduzcan a las oscuras profundidades de algunos personajes; en particular de Pardo, el dueño de las cabañas, personaje de tendencias busquedianas que, por momentos, remite al Duarte de Bajo este sol tremendo. Aunque si el Duarte de Carlos Busqued se había construido desde la educación castrense y dictatorial, el Pardo de Cristal, aun con su lumpenaje explícito, será un producto del sistema democrático. Es por eso que, quizás, se podría trazar cierta continuidad histórica del país a partir de Pardo, un eslabón que conecta, a través de sus comportamientos y su “formación laboral”, ciertas prácticas de la clandestinidad del Estado presentes en tiempos de dictaduras y democracias, es decir tiempos de postdictadura configurados y madurados sobre todo durante la década del noventa en adelante.

Novela sci-fi pero también policial negro de tendencias cinematográficas, Los incendios se permite algunas reflexiones a lo largo de sus páginas, como esta en donde un niño llamado Claudito se encuentra con un libro de Mishima, situación que permitirá desarrollar algunos pensamientos sobre la lectura:

«Por un instante Claudito querrá buscar qué quiere decir “constituyentes”, pero no tendrá el teléfono a mano para hacerlo. De manera que no sucumbirá a esa distracción y seguirá leyendo una detallada descripción del humo, aunque: un momento. ¿Por qué se quema la casa? ¿Cómo empezó el incendio? (…) Esa curiosidad lo hará volver algunas páginas para descubrir el inicio de todo. Dudará cuánto retroceder —¿un capítulo, dos?—, pero entonces un espacio en blanco hará que sus ojos se posen sobre la frase que lo sucede: Apenas despertados por unos violentos golpes en la puerta, Honda y Rié olieron el humo. Enseguida no leerá, sino que oirá a la mujer que grita ¡fuego, fuego!, será testigo de su desesperación, enmarcada por el umbral abierto. Desde ese umbral japonés, Claudito proyectará su curiosidad hacia adelante, hacia el futuro de ese fuego, sin acordarse ya de la cabaña en la que él mismo se encontrará leyendo, sin pensar en ella ni en el acto de leer ni en sí mismo, porque ahora su mente asociaba cada sonido con algún objeto que ardía: ahora un libro, ahora la mesa, pero él ya no verá la mesa ni el sillón ni la lámpara, ni siquiera la mesita ratona que tendrá justo en frente, ni —más allá— la salamandra sin fuego. Todas esas cosas concretas se habrán vuelto invisibles, porque todo el fuego del mundo estará ardiendo en el breve espacio abierto entre aquellas palabras impresas y su propia imaginación.» (Martín Cristal, Los incendios, Caballo negro, 2022).

Los incendios abre la posibilidad, o por lo menos la expectativa, no sólo de pensar en el futuro sino también en el futuro del futuro, pero también dejará una huella que nos permita pensar hoy, y también mañana, en qué anda la narrativa de nuestra ciudad, tarea que quizás haya que emprender con mayor rigurosidad, aunque, al parecer, no se sepa si alguien la llevará adelante. ♦