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RESEÑA • Bosque bonsái

Latente asombro

—por Nicolás Jozami

Diario Hoy Día Córdoba (columna «El misterio entre los dientes», pp. 9-10). Martes 11 de junio de 2019.

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MARTIN-CRISTAL-Bosque-Bonsai-2018-300pxHay una diferencia esencial entre el cuento corto y el microrrelato. El primero debe lograr una estricta condensación en su desarrollo y en la diseminación de sus claves; el segundo, debe provocar tal condensación en el despliegue mental del lector. Martín Cristal y Mauricio Micheloud reúnen en Bosque bonsái varios microrrelatos que poseen la cualidad mencionada del efecto psíquico postergado. Otra diferencia: en el cuento corto, puede venir la niebla, el desconcierto, y luego el impacto; en el microrrelato es el impacto y luego, al abandonarlo, la niebla, el desconcierto que atrapa.

…el autor transita por temáticas variadas, desde el fantástico arcaico hasta el absurdo de lógica lewiscarrolliana. […] Hay un especial énfasis en la persecución del nostalgioso efecto que florece en la combinación de literatura e ilustración, con textos de gran factura…” Nicolás JozamiBosque bonsái es un artefacto poderosamente atractivo, bello, con caja-estuche incluida: conjunción de texto e ilustraciones, al servicio del libro objeto, que se abre y manipula como un acordeón. Allí, el autor transita por temáticas variadas, desde el fantástico arcaico hasta el absurdo de lógica lewiscarrolliana. Pero me atrevo a decir que hay un especial énfasis en la persecución del nostalgioso efecto que florece en la combinación de literatura e ilustración, con textos de gran factura, que destacan por sobre otros.

Mis favoritos, donde está el impacto y la niebla que persiste una vez apagada la música del acordeón: “Llamado nocturno”, “La boda”, “Alcances secretos del dominó”, “El idioma olvidado”, “La casa no quiere”, “El mensajero abnegado”, “Una vuelta a la plaza”. Algunos poseen la respiración buzzatiana, otros, cierta atmósfera gogoliana, como “Persistencia de los oficios”, “La llegada de la música”, y “La profesional”.

Me permito transcribir dos, de los mejores; este se titula “Alcances secretos del dominó”:

Unos viejos juegan al dominó. Cuando el doble seis abre el juego, una hormiga del parque contrae sus seis patas y muere. Al rato sale el doble cinco, y un remoto gerente se dispone a despedir a cinco empleados. Con el doble cuatro, una señora abandona cuatro cachorros. Doble tres, un hombre deja a su mujer por otra. Doble dos, un hombre estafa al otro. Doble uno: un hombre muy solo se lleva un arma a la sien. Por suerte, el doble cero no queda en manos de nadie. Apenas esa ficha toca la mesa, el solitario se arrepiente de disparar; el segundo hermano perdona; el marido comprende y regresa; alguien se hace cargo de los cachorros; el gerente cambia de parecer. Sí, todo puede ser casual, pero en ese caso, ¿cómo se explicará que la hormiga del parque haya revivido?”

La ilustración que acompaña al texto, tiene la ficha pintada con cinco puntitos y un sexto que es la hormiga acurrucándose, queriendo volverse un punto para lograr el número seis; un enlace sin desperdicio. En la reversión del tiempo, en el juego de azar y causalidad lewiscarrolliano, advierto ecos del gran divulgador de la ciencia y escritor argentino Leonardo Moledo.

El otro se titula “La boda”:

Antes de la ceremonia, Sofía se perfuma con agua de azahar. Ya frente al cura su novio Marco percibe la fragancia. Su frescura le hace evocar la sombra de cierto limonero, al fondo de un patio de su adolescencia, y también a Beatriz parada junto al árbol, explicándole que tendrán que separarse, porque ella y su familia se mudan al sur, una Beatriz hermosa y triste, que no cesa de preguntarle si, a pesar del tiempo y la distancia que los irá separando, él la seguirá queriendo siempre. La respuesta se hace esperar. El cura le repite su pregunta; sin escucharla, Marco responde que sí”.

Cristal aromatiza con extracto de Henri Bergson y Marcel Proust, en un dibujo donde Beatriz (ya recostada, con pocas fuerzas, pero entera) aguarda cual Penélope a su Ulises, haciendo malabares con un fruto al que sentimos su pasado.

No faltan los microrrelatos dedicados a los escritores y a la lectura: “El libro negro”, “La memoria de los grandes lectores” y “Written Writers” configuran una trinidad que se puede olfatear como epistemología reflexiva sobre los alcances de escritura y lectura (Cristal dicta talleres al respecto). Para cerrar, unas líneas más sobre el innegable acierto de ilustración, formato y texto; esa sensible relación, torna a Bosque bonsái un amuleto artesanal, que podemos manipular para evocar el milagro que es nuestra latente capacidad de asombro. ♦