La Nueva Mañana (Córdoba), sección Cultura, 26 de enero de 2019. Reseña incluida en la nota “Hacer un libro, cazar un libro, vivir un libro”, por Barbi Couto y Mauricio Micheloud.
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El primer relato “El camino del peyote” nos sumerge en una “crónica de un viaje dentro de un viaje”, el complejo periplo que el mismo Cristal realizó para llegar a tierras de nadie, pleno desierto, junto a desconocidos que se iba encontrando en el camino para poder experimentar los efectos de consumir peyote. En este punto podríamos valorar la lectura de la recuperación y la documentación de una vivencia surgida de consumir esta cactácea, pero el valor real es la lectura en términos ficcionales de la aventura psicodélica del autor, viajar junto a él y empatizar en su delirio fascinante.
En este libro hay todo un mapa de crónicas que cuenta, entre otras cosas, cómo sobrevivió a un terremoto y cómo adaptarse a vivir en zona sísmica, si es que uno logra acostumbrarse a la idea. También la crónica de las cantinas mexicanas, el lugar donde “la hombría brilla en la espuma que besa el borde de un vaso, o donde el llanto (de ese mismo hombre) se ahoga en el fondo (de ese mismo vaso)”.
El autor también narra experiencias de aspectos de los más tradicionales de la cultura mexicana: La tauromaquia y el Día de los Muertos. El primero es una descripción del ritual taurino para poder comprender de qué va una tarde de Toros en La Monumental de México. Me pregunto si esta intención más explicativa se da porque es un relato apuntado a un público que no conoce esta actividad o porque él mismo está conociendo por primera vez lo que narra. En el caso del texto “Mi noche de muertos” la narración se centra en participar de la festividad, no como mero turista, sino en seno mismo de una familia, la de doña Lili, colaborando en los preparativos del festejo. Entonces el espectáculo queda en segundo plano para dar lugar a la vivencia de la intimidad de la ceremonia, justamente lo más interesante del relato.
En el libro también se cronica la sensación de tocar un tiburón en aguas caribeñas y otro trip alucinógeno pero esta vez con hongos en Palenque (Chiapas) donde también cuenta la convivencia con otros visitantes extranjeros en busca de las mismas experiencias.
La crónica “Intervalo para corregir una novela” relata cómo su actividad de revisión de una novela que venía escribiendo fue “interrumpida” por diferentes situaciones y traslados entre Guatemala y Belice. El texto nos pasea por diferentes paisajes y experiencias intensas en las que Martín Cristal descubre lo enriquecedor que puede ser escribir o corregir de ese modo: “Los viajes son condensadores de tiempo. Despegarse del propio texto se hace más fácil cuando uno se encuentra experimentando vivencias nuevas, completamente despegadas del texto en cuestión”.
En suma, un compendio de crónicas que se pueden leer en clave ficcional y que ofrece una mirada particular sobre estos países norte y centro americanos, pero que sobre todo nos revela las sensaciones de un viajero en su periplo inolvidable. ♦