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CRÍTICA • Las ostras

Vidas plurales

—por Carlos Schilling—

La Voz del Interior (Córdoba), suplemento «Cultura en Vos». Sábado 9 de junio de 2012.

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Las ostras, de Martín Cristal, es una gran novela coral sobre un día en la vida de varias personas en la ciudad de Córdoba.
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MARTIN-CRISTAL-Las-ostras-(2012)-800pxHay que decirlo en la primera frase para que no queden dudas: Martín Cristal ha escrito una novela bellísima, una novela que se ubica entre las mejores publicadas en los últimos años en la Argentina. Más allá de su belleza formal y estilística, Las ostras podría definirse como un libro plural y pluvial. Plural, porque cuenta un día en la vida de varias personas, y pluvial, porque todo se desarrolla bajo la lluvia y con referencias constantes al agua y al mar.

Ese mundo acuático ya está presente en el título, que si bien remite a la soledad de cada personaje, a la vez apunta a sus lazos sociales. Sucede que estos moluscos, pese a a estar aislados en sus caparazones, siempre forman colonias multitudinarias. En cierto modo la estructura de la novela se sostiene sobre la condición paradójica de esas criaturas marinas. Al igual que las ostras, los seres humanos pueden vivir solos y conectados al mismo tiempo, dentro y fuera de sí mismos. Por eso cada uno de los personajes tiene la propiedad de concentrar un universo de posibilidades. Las pocas horas que se recortan de sus existencias parecen no significar nada y sin embargo significan todo.

Las historias principales son las de Jorge Berna (un desarrollista inmobiliario), Franco Battaglia (un agente de viajes), Alberto Ishikawa (un viudo jubilado), Perla Fisherman (una estudiante de medicina) y Fish, su hermano menor (un rockero). Pero estos personajes, incluso los más recluidos, como Ishikawa que se pasa el día plegando figuritas de papel, irradian una especie de aura que se expande en torno a ellos y de algún modo los fusiona con el mundo. Sus acciones, sus palabras, sus pensamientos, sus recuerdos crean una hiperrealidad, es decir, saturan la realidad, la descomponen, la desfiguran, la distorsionan y, más aun, le agregan otra dimensión, un nuevo estrato de realidad hecho de deseos, sueños, miedos y fantasmas.

Cristal se atiene al principio literario de que cada persona es única, y para que sea única debe inventarla, no copiarla de un manual de sociología o de un modelo natural. En ese sentido, emplea varios recursos narrativos a fin de que cada personaje se revele y se explore a sí mismo.” Carlos SchillingCristal se atiene al principio literario de que cada persona es única, y para que sea única debe inventarla, no copiarla de un manual de sociología o de un modelo natural. En ese sentido, emplea varios recursos narrativos a fin de que cada personaje se revele y se explore a sí mismo. Mediante la distribución equilibrada de voces y puntos de vista, los procesos simultáneos de esas revelaciones y exploraciones generan tanta intriga e interés como un policial.

Salvo en el primer capítulo, en el resto de la novela Cristal no usa la tercera persona, sino la primera, la segunda o reproduce conversaciones telefónicas unilaterales, ya que no hay un testigo único de todas esas vidas, un ojo que las mire desde arriba de manera imparcial. A la vez, los capítulos están separados por citas extraídas de un libro de divulgación científica decimonónico titulado Los misterios del mar, heredado por Perla de su padre anticuario y que funcionan en sentido muy amplio como símbolos o comentarios en clave de las historias contadas, el equivalente de un oráculo en una sociedad donde no existe el destino.

Pese a esos componentes heterogéneos y múltiples, Las ostras está lejos de ser un texto fragmentario. Para elaborar esta ficción, el autor no sólo supo meterse en otras vidas e inventarlas desde adentro sino que consiguió algo aún más sutil, encontró los detalles y las palabras exactas para hacerle justicia a cada una de sus criaturas sensibles. ♦