Fragmento de la reseña en la revista digital AY MAG. Córdoba, miércoles 18 de julio de 2012.
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A ver si lo logro.
Los cuentos de Mapamundi son un flash: fotografías complejas de varias capitales del mundo hechas desde una perspectiva bien argentina, pero que muestra cada rincón del planeta de una manera tan singular como atrapante. Hay, por ejemplo, un grupito de amigos hueveando por la zona roja de Ámsterdam; una porteña que busca comenzar de cero en Tel Aviv y termina salvando su vida de un atentado; una pareja que engaña a un par de ilusos en Barcelona; un vendedor ambulante cordobés que no da respiro y puede sacar carcajadas si es bien leído. “Viajar: aprender a desprenderse”, escribe Cristal, y acierta y estira ese concepto a varios de los textos del libro. Estos siete viajes juegan con las leyes temporales, con los límites espaciales, con las voces y las entonaciones, y si bien podrían sólo divertir o entretener, terminan siendo más intrigantes que otra cosa. Disparadores de preguntas, de nuevas vivencias.
El juego ocupa un lugar más secundario en la trama de La casa del admirador, donde si bien sigue habiendo un intento por desmontar las reglas del lenguaje –como en toda apuesta ambiciosa–, ese esfuerzo es menos lúdico y más conceptual, casi teórico. Acá el novelista cordobés apuesta fuerte, y se mete con uno de esos escritores a los que muchos temen sugerir por el peso de su nombre. El escritor cordobés se mete con Borges. Con el viejo Borges, sí, ese al que tantos no se animan a leer. Porque la casa de ese admirador no es otra cosa que la mansión de un tipo que está desquiciado por Borges y su obra, por el personaje y la creación. Un loco lindo, sí, pero un obsesivo espeso, bien rompe bolas, interesantísimo. Cristal intenta diseccionar la obra borgeana y sacarla a la luz a través de las manías de Roger Dembrais, poniendo en evidencia, también, su propia admiración y obsesión por Jorgito Luis. Quizás la novela falla en uno de los recursos más atrevidos del proyecto –lo entenderás si la leés; no puedo develarlo acá–, pero para entonces probablemente ya sea tarde, y es seguro que si llegaste hasta ahí ya no quieras dejar el libro hasta la página que contiene el punto final.
No sé si los libros se consiguen en todas las librerías. Lo más probable es que tengas que preguntar en varias antes de dar con alguno de ellos. Pero vale la pena la pesquisa. Después me contás. Mientras tanto, yo voy en búsqueda de un colombiano que me dijeron que la rompe. Nos vemos. ♦