Todos los habitantes del pueblo comen sus frutos y hasta tienen una fiesta anual con Reina de las Papafritas. Pero sucede que un día comienzan a llegar al pueblo visitantes muy poco amigables: un fabricante de fósforos, un cocinero, un leñador... Y todos quieren utilizar el árbol para sus propios fines. ¿Qué deberán hacer los defensores del árbol para preservarlo?
Con ilustraciones de Leticia Barradas.
Colección Hora de Lectura. A partir de los 9 años.
A la entrada de un pueblo chiquito, que es tan ordinario y poco interesante que ni nombre tiene, así que todos le dicen El Chiquito, hay un árbol enorme y maravilloso.
Se trata de un árbol que da papafritas: papafritas bastón en verano, papafritas rejilla en otoño; y en primavera, la tristemente célebre flor que se menta cuando se insulta a alguien diciéndole que es un flor de papafritas. Hasta las madres viven agradecidas del árbol: les basta con hacer milanesas y mandar a sus hijos a recoger las papafritas en una fuente antes de comer.
Cuando aparezcan esas personas malas que nunca faltan y se quieran apropiar del árbol, que es un bien comunitario, los chicos de El Chiquito demostrarán que ellos sí son extraordinarios: son capaces de inutilizar las armas de los atacantes en complicidad con las letras de las palabras.
—ROGELIO DEMARCHI—
Las alumnas de cuarto grado del Colegio San José (Córdoba) leyeron El árbol de papafritas. A partir del texto crearon sus propios árboles de fantasía, cada una siguiendo sus propios deseos.
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