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ENTREVISTA • La música interior de los leones

Martín Cristal: “Nuestro presente es cada vez más distópico”

—por Demian Orosz—

La Voz del Interior, suplemento “Número Cero”, pág. 6. Córdoba, domingo 19 de mayo de 2019. [Entre corchetes, los fragmentos ampliados en la versión online de la entrevista].

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MARTIN-CRISTAL-Las-ostras-(2012)-800pxLos Stones giran por el mundo en forma de copias. A la franquicia que viene a tocar a Córdoba por cuarta vez, en el Orfeo Superdomo, la bulinean llamándola The Rolling Clones.

La historia que cuenta “Vivir a la sombra”, uno de los relatos de Martín Cristal que componen La música interior de los leones, está situada en un presente apenas acelerado hacia adelante, y desarrolla una hipótesis de ciencia ficción con escenario local en cuya trama se mezclan las corporaciones que tutelan los datos genéticos y el largo brazo del negocio narco a escala global.

Un clon de Keith Richards que se excede en su creatividad y el mánager replicado de la banda protagonizan el relato.

La música interior de los leones, volumen con el que el autor cordobés ganó la tercera edición del premio Fundación El Libro, reúne ocho relatos que trabajan en un borde muy personal de la ciencia ficción. Un filo que no incluye viajes interestelares ni aloja los hechos a años luz de la Tierra. Por el contrario, consiste (en parte) en especulaciones a partir de cosas que ya conocemos.

“Minimalismo, realismo sucio, fantasía, ficción paranoica y hasta policial se combinan en relatos que consiguen una voz y perspectiva propia cada vez que cambia el personaje narrador”, señaló el jurado que distinguió a La música interior de los leones, compuesto por Elsa Drucaroff, Carlos Liscano, Vicente Battista, Luis Chitarroni y Leopoldo Brizuela, fallecido el pasado lunes.

[Una guitarra Telecaster, cuyo mástil se retuerce como una cadena de ADN, es la imagen de portada. Todo un hallazgo que da pistas sobre lo que hay dentro y sobre la incidencia de la música en cada relato. El libro tiene su banda de sonido, que incluye a Marilyn Manson, Bruce Springsteen, The Rolling Stones, Radiohead, David Bowie, Slash, Muse y Mark Lanegan. Cristal incluso armó una lista que se puede escuchar en YouTube y que hace las veces de soundtrack de La música interior de los leones].

 

VIVIR ACÁ

–¿Fue una decisión que el escenario de muchos relatos fuera local, que apareciera Córdoba de forma tan reconocible (y a la vez enrarecida)?

–Fue natural: vivo acá y escribo desde acá. Y fue consciente: creo que aquel adagio de “pinta tu aldea y pintarás al mundo” sigue siendo válido, salvo que “tu aldea” ahora es la aldea global. Una ciudad permeada por el mundo. El asunto era cómo verosimilizar los procedimientos de la ciencia ficción (CF) para que fueran aplicables a la capital de una provincia argentina. Hubo que pensar muy bien de qué modo llega la tecnología a una ciudad como Córdoba. Y razoné tres axiomas:

  1. que el radio de alcance de cualquier tecnología es el de su rentabilidad, por lo que narrar el modelo de negocio que nos la acerca a la periferia es más interesante que desentrañar el funcionamiento técnico de los artefactos;
  2. que convendría narrar desde el punto de vista de los usuarios (locales), y no desde el de los desarrolladores (extranjeros); y
  3. que a las franquicias puede entendérselas como la metástasis del capitalismo: el vector perfecto para contagiarnos esos negocios y traer esas tecnologías nuevas hasta nosotros.

–Casi todos los relatos arrancan de manera realista, y en algún momento viran hacia la ciencia ficción o incorporan elementos fantásticos…

–El establecimiento de un verosímil realista inicial favorece la entrada progresiva del lector al enrarecimiento que se dará a posteriori en el relato. Porque el lector se acomoda a gusto en lo conocido, y así afloja el cuerpo para la llegada de lo diferente.

–El jurado señaló que los cuentos procuran “pensar distópicamente una cultura en descomposición”. ¿Acordás con esa descripción?

–No busqué conscientemente representar una distopía, al menos no al estilo de las clásicas (1984, de Orwell; Un mundo feliz, de Huxley). Pero sucede que, en nuestra relación cotidiana con la tecnología y con las corporaciones, nuestro presente es –cada vez en mayor medida– distópico. En todo caso, lo de la “cultura en descomposición” reflejada en los cuentos sí me parece muy acertado, aunque –como dijo Elsa Drucaroff en la presentación del libro en Buenos Aires– casi siempre también dejan un espacio reservado para la resistencia, para decir “no”.

 

EL FUTURO LLEGÓ HACE RATO

–Te referiste en una nota a cuentos que exploran “el presente en su más aterradora potencia”. ¿Así experimentás el tiempo que vivimos?

–El pasaje de la narración de espacios y futuros distantes a la exploración de un aquí y ahora alterado por la vorágine tecnológica ya hace rato que forma parte de la historia misma de la CF. Quizás los que mejor lo aplicaron fueron J. G. Ballard y William Gibson. También lo señalaba el Indio Solari cuando cantaba que “el futuro llegó hace rato”. El presente no me aterra ni me intimida. Con lo de su “potencia” no me refería a ninguna “fuerza” que ejerza sobre nosotros, sino a lo estrictamente potencial que reside agazapado en él: todo eso que podría pasar, el “what if”. De ahí que funcione tan bien su maridaje con la capacidad especulativa de la CF, rasgo esencial del género.

–En uno de los cuentos un personaje dice: “El poder verdadero hoy no reside en el Estado, sino en las corporaciones”. ¿Coincidís con esa idea?

–Sí. Puede que no resida exclusivamente en las corporaciones, pero sí en gran medida. Muchas veces, en las formas más salvajes del capitalismo, el Estado es desmantelado o reducido a ser un mero instrumento operativo de esas corporaciones. En el mejor y más deseable de los casos, el Estado resiste como moderador de los insaciables apetitos privados. No quiero dar a entender que ansío un intervencionismo total del Estado; lo que digo es que el partido no se puede jugar sin un árbitro. Por otro lado, en la frase que citás incluso sobraría ese “hoy”. Porque este asunto viene desde hace rato. Al menos en la CF ya puede verse, por ejemplo, en la novela Mercaderes del espacio, de Frederik Pohl y C. M. Kornbluth, que es de 1953; ahí las empresas blanquean su poder real y lo ejercen sin intermediarios.

–¿Con La música interior de los leones te interesaba rescatar al género del margen en el que a veces se lo ubica?

–La CF es un género de ideas; si esas ideas son buenas, las historias resultan estimulantes en lo intelectual, a la vez que divertidas de leer. La discusión sobre los géneros en tanto “géneros menores”, a mi entender, es una discusión perimida. Así que la CF no precisa ser rescatada (y menos por mí): se ha colado en todas partes, y ya forma parte de la paleta de recursos narrativos a la que puede echar mano cualquier autor. Incluso pesos pesados de la supuesta literatura “a secas” –como José Saramago o Philip Roth– han aprovechado recursos habituales de la CF en alguno de sus libros.

[–¿Qué rol juega, cuando escribís, la investigación sobre ciertas temáticas? ¿Hay una indagación previa?]

[–En algunos relatos es crucial. Un cuento como “La música interior de los leones”, por ejemplo, requirió de cierta investigación previa sobre el estado actual de las técnicas de clonación. También sobre epidemias animales —como el virus del moquillo canino, que en los ’90 mutó y liquidó al 33% de los leones de Serengeti, Tanzania–, y también sobre la extinción de ciertas especies. A otro cuento, “Cuánto tiempo es poco tiempo”, cuya acción transcurre en una corte de Justicia, tuve que mostrárselo a algunos amigos abogados. Esas investigaciones y corroboraciones disparan ideas y son importantes para la coherencia del todo].

[–Hay un efecto cómico en algunos pasajes. ¿Te interesa inocular cierto elemento de humor?]

[–¡Tendríamos que ver cuáles fueron esos pasajes en los que te reíste! En general el humor sí me interesa (y mucho, por ejemplo, en la próxima novela de la tetralogía, Las alegrías, casi una comedia de enredos en una noche de fiesta). Pero no diría que La música interior de los leones es un libro humorístico].

[–En la nota final te referís al origen de los relatos. Mencionás a la revista Palp y a Diego Cortés, a quien le dedicás siete de los ocho cuentos. ¿Soñás con la posibilidad de un proyecto así en el futuro?]

[–No me lo he planteado en específico. Mi deseo a futuro como narrador es ampliar mis horizontes, probar cosas nuevas. Guión de cine, de historietas, dramaturgia… No dejar de probar otros medios y soportes para narrar. Prefiero tender a la variedad, y que después los lectores clasifiquen todo como les parezca, si quieren].

[–El relato que le da nombre al libro está vinculado a la muerte de tu papá. ¿Cómo surgió?]

[–Carlos Schilling me pidió un cuento inédito para las habituales “Lecturas de verano” de La Voz. Cada uno de los autores invitados debía escribir un relato de un género distinto; a mí —quizás por mi participación en Palp—, me pidió el de ciencia ficción. Acepté de buena gana porque me daba buen tiempo para escribirlo y porque justo estaba en la frecuencia de estos otros cuentos, los cuales acababa de terminar. Tenía una idea general acerca de un virus que liquida a todos los leones del mundo… y su salvataje por la vía de la clonación. No sabía bien adónde iría la historia, pero empecé a investigar el tema. Tranquilo, con tiempo. Y en eso estaba, cuando falleció mi papá. Durante semanas no me importó más el cuento. Ni nada. Pero después, quizás para poner la cabeza en un lugar que no fuera el dolor, o para darle una forma más manejable, volví al cuento. Y naturalmente incorporé que el narrador fuera un tipo en la sala de espera de un hospital, donde su padre agoniza. Ese acercamiento me consoló. Y me dejé llevar, a tal punto que el cuento se pasó de la extensión pedida por el diario. Por eso el cuento al final no salió ese verano; para el diario tuve que escribir otro, mucho más breve].♦