Ajena a la existencia ordinaria, la mansión es una isla donde las condiciones de vida impuestas por Dembrais —esa extraña versión de Alonso Quijano que ha evocado el mundo de su literatura e imaginación— se cumplen con rigor. Cada uno de los habitantes del lugar ha renunciado a su historia y acata maquinalmente su contrato de trabajo: la fantasía y el miedo gobiernan un territorio que linda con el asombro, la violencia y la locura.
En La casa del admirador, Cristal desmonta la obra de Borges y recombina sus piezas para construir una novela intertextual y paranoica, cuyos enigmas apuntalan la certeza de que toda creación humana es susceptible de ser pervertida por el fanatismo.
Martín Cristal no está de acuerdo con que es un escritor que ha empezado dos veces su carrera como tal, pero acepta la idea como si se tratase de un juego. Y traza un derrotero que se inicia durante su residencia en Buenos Aires con la autoedición de Las alas de un pez espada (cuentos, 1998) como una manera de poner a prueba su compromiso con la escritura. A continuación viene la “etapa mexicana”, ya que vivió cinco años en el DF, donde publicó... [leer más]
“Si Borges fue el gran autor de la reescritura, ¿por qué no reescribir a Borges, mejor dicho, el universo borgeano, e instalar en él otro universo? Ése es el empeño de Martín Cristal, que demuestra ser un lector con la capacidad que Borges tenía para percibir relaciones analógicas.”
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“Cristal intenta diseccionar la obra borgeana y sacarla a la luz a través de las manías de Roger Dembrais, poniendo en evidencia, también, su propia admiración y obsesión por Jorgito Luis.”
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“…de golpe te das con un pico de tensión argumental, donde la historia se va al carajo, [...] donde empezás a morderte los codos porque la idea que estás leyendo es fruto de un momento muy lúcido de inspiración…”
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